sábado, 5 de junio de 2010

Mi cartero y las compras online


Por el Musicópata

Recuerdo que hace casi dos años el dólar experimentó una fuerte baja y llegó a cotizarse a cuatrocientos cincuenta pesos, más o menos. ¡Qué locura! El timbre sonaba cada tres días y también día por medio. Era el cartero que pasaba a dejarme una “cajita”, como decía él. Don Mario, un profesional de conducta intachable, se paseaba con mis encarguitos por todo su cuadrante y no pocas veces me esperó en la entrada del edificio hasta que yo llegara a casa, “pa’ entregárselos en sus manos”, me confesaba, con una mirada llena de orgullo. Creo que fue el año en que más música adquirí. La famosa casa de discos del centro, la que hoy seguramente vende más libros, accesorios y películas que música, nunca estaba al día (ahora tampoco y nunca lo estará), así que me decidí por comprar casi exclusivamente a través de internet y comencé con Amazon.

Luego de una demora bastante preocupante en mi primer pedido, el asunto se normalizó y desde la segunda compra, los discos llegaron a la puerta de mi casa con una regularidad alarmante. Don Mario sudaba la gota gorda, porque yo vivo exactamente donde termina su recorrido. Pero muchas veces, debo aclararlo, el sufrimiento fue autoimpuesto, porque Don Mario, por iniciativa propia y pensando que lo hacía para mejor, me juntaba varias “cajitas” y me las entregaba de sopetón, sin previo aviso. Eso enloquece a cualquiera. Tanto al que lleva como al que recibe el encargo.

Desde el año pasado y luego de las insistentes sugerencias de varios amigos que viven en el extranjero y que compran discos como si se fuera a acabar el mundo mañana mismo, probé con la tienda inglesa especialista en música docta MDT (www.mdt.co.uk). ¡Peor aún! Más variedad, precios más bajos y un coste de envío que raya en lo ridículo: una y media libra esterlina por el primer CD y le añades otra libra por cada disco extra. O sea, la nada misma. Pero la principal gracia de MDT es que exhibe constantes ofertas y no en cualquier sello. Y lo mejor es que te mantienen informado diligentemente de la fecha de inicio y término de cada nueva promoción. Y sobre lo anterior, como si ya no fuera suficiente, las casas editoras BIS, Hyperion, Brilliant, Chandos, Berlin Classics y Harmonia Mundi corresponden a la sección de descuentos permanentes. ¡El paraíso para los compradores compulsivos!

Recuerdo que inmediatamente pensé en la gran cantidad de CDs que dejé adquirir al pagar un más elevado coste de envío a los señores de Amazon. Pero intenté normalizar la situación a la brevedad. Fue el momento que estaba esperando para completar los madrigales de Monteverdi por la Venexiana en un solo pedido. Pagué por ellos como si fuesen discos de precio medio. Glossa estaba en oferta por esos días. Luego me dediqué a los oratorios de Handel. A las cantatas bachianas. A la música para laúd. Al repertorio para el cello barroco. A los autores alemanes y franceses. A la música isabelina y la del siglo de oro español. También al repertorio romántico de cámara. No vayan a pensar Uds. que yo sólo estucho música “antigua”. Y también compré varias de esas maravillosas cajas compilatorias. Por el box set de la música sacra de Vivaldi del sello Hyperion (Robert King, 11 CDs) pagué no más de veinticinco mil pesos. Y por la del sello Et’cetera sobre los grandes maestros flamencos, un recorrido histórico-musical condensado en diez discos, no más de quince mil pesos. Si esos productos llegasen a Chile, seguro te cobraban hasta tres veces o más, sin vergüenza alguna.

Es lo genial de comprar por internet. Te evitas un sinfín de situaciones, generalmente desagradables. Evitas, primeramente, pagarle la cuenta de la luz y del agua al negocio de turno; evitas enfrentarte a un ejército de vendedores que no tienen la más mínima idea de lo que intentan venderte, por más que uno logre comprender y aceptar, con una paciencia eterna, que no es culpa de ellos; evitas realizar un tour por Santiago para ver si logras hacerte de un ejemplar del producto que llevas meses esperando, que prometieron enviártelo a la sucursal que más te acomoda y que obviamente jamás llegó; evitas que te cambien las reglas del juego en medio del partido, te sumen y resten puntos, te cambien de “categoría”, respondiendo cada una de éstas a decisiones unilaterales, gentilezas de “atención al cliente”; en el fondo, te evitas las inaceptables faltas de respeto que comúnmente experimentamos los consumidores, no sólo de música envasada, pese a que te cataloguen como cliente “Premium” y te conviden a truculentos eventos de trasnoche. Si me preguntan, yo me quedo, pero es que sin pensarlo dos veces, con mi distribuidor de discos en el extranjero y con mi abnegado cartero. La ecuación perfecta. La que nunca me ha fallado. Nunca.


Publicado también en 3Blog de La Tercera



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